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Ahorrarle la fimosis a mi hijo pequeño, ¿está en mis manos?

Cuando llega el primer bebé a casa no lo hace con un manual de instrucciones bajo el brazo y las preguntas invaden las cabezas de los padres: "¿Por qué llora?" "¿Tendrá hambre?" "¿Está la ropa lo suficientemente suave?"... La hora del baño no se libra de dudas: la temperatura del agua, el tipo de champú, juguetes o no juguetes, y, si es niño, si debemos seguir el consejo de quienes dicen que hay que mover el prepucio (la piel que cubre el pene y protege el glande) o no. Algo que se hace para evitar la fimosis —que se produce cuando esa piel estrecha— y que hasta hace algún tiempo no había consenso científico sobre si era necesario o no.

"La fimosis es muy frecuente, le ocurre entorno al 86% de los niños de tres años de edad. De hecho, la mayor parte de niños nacen con ella", aclara María García-Onieva, secretaria general de la Asociación Española de Pediatría (AEP), quien añade que "en el momento del nacimiento, el glande y el prepucio aparecen pegados por un tejido fibroso fino. Es lo que se denomina como adherencias balano-prepuciales".

"No hay que considerarla una enfermedad" añade Elena Blanco, pediatra y autora del blog Dos Pediatras en Casa. Con el paso del tiempo, tanto la estrechez de la piel del prepucio como las adherencias suelen desaparecer poco a poco "por el crecimiento del pene del niño y por las erecciones espontáneas que estos tienen. A los cuatro o cinco años, ha desaparecido en el 80% de los casos y pueden retraer la piel del prepucio con normalidad. El 20% restante también lo hará en los siguientes años: solo el 1% de los adolescentes de 16 años presenta fimosis", indica esta experta.

El "tirón", descartado

Dado que se trata de algo más que común y se suele solucionar de forma natural en la gran mayoría de casos, cabe preguntarse si es realmente necesario dar ese "tirón" (llamado "retracción traumática del prepucio", aclara la secretaria general de la AEP) que solían dar los especialistas al prepucio de los niños pequeños "hasta conseguir vencer esa estrechez que impedía que el glande estuviera al descubierto", relata la pediatra Elena Blanco. La respuesta es no.

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